jueves, 24 de diciembre de 2020

El Eterno Niño

 

El Eterno Niño

 

Es el Eterno Niño, es el dios que faltaba
Es lo humano natural,
es lo divino que sonríe y juega.
Y por eso yo sé con toda certeza
Que él es el Niño Jesús verdadero.
Alberto Caerio.

 

Celestino, anoche encontré el cuerpo de un grillo, ya no se movía, no dormía, estaba muerto. En mi casa, los grillos ya no cantan, tan sólo vienen y se mueren debajo de los libreros y a veces los gatos se los comen. ¿Dónde estás, Celestino?, no ves que le tengo miedo a los fantasmas. Los grillos y lagartijas se mueren debajo de los libreros. Y Celestino que no aparece. Si no llegas, me iré durmiendo hasta despertar en el paraíso. La voz del niñito Celestino no es un canto, incluso a ratos es intraducible y, sin embargo, cuando estoy quedándome dormido, me habla muy bajito y su voz es un rezo y un canto y yo le creo. No te vas a morir –me dice Celestino— ni apretando los ojos bien fuerte, ni comiéndote todos los grillos moribundos de los libreros. La voz de Celestino parte en dos el miedo a los fantasmas y a la muerte. No hay un paraíso, ni los ángeles del cielo resguardarán tu entrada al mundo eterno, dice Celestino mostrándome sus dientes. Y el miedo a morir, se disipa, y la idea del paraíso me parece tan inocente y, por tanto, tan tonta. Celestino atrapa un grillo en la penumbra y sopla en el hueco de su mano. Sopla. Sopla. Sopla y el canto del grillo resuena en el hueco de su mano. ¿Eres un niño divino, Celestino? Y el grillo canta tan fuerte que despierta a los gatos y antes de que amanezca, cientos de grillos cantan sobre mi cama. Eres el niñito dios, Celestino. Abro mis ojos. Ni los grillos, ni los gatos yacen sobre mi cama, ¿dónde están? En su lugar, sobre mi cama, aparece carta escrita con una caligrafía temblorosa:

 

No hay un dios, ni un cielo, ni un niño divino que despierta a los grillos, es un sueño vívido y tú sueñas despierto que estoy contigo y juntos cantamos como los grillos, los jilgueros, los sapos y los niños. Cantamos ¡Aleluya! ¡Aleluya a los grillos que cantan cuando todos están dormidos!  ¡Aleluya a los niños que luchan contra los fantasma! ¡Aleluya tú que estás vivo y yo que soy un niño, un sueño, Santo Celestino!

                                                                           El Eterno Niño.



3 comentarios:

  1. Precioso cuento, Julio, empiezo a reconocer tu voz y la intención de tu narrativa poética. Con elementos oníricos y surrealistas, juegas con la inocencia y te adentras en el espíritu para trasmitir amor, eternidad y fascinación por la vida.

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    1. Muchas gracias por tus palabras, estaré subiendo más textos y poesía. Abrazo.

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  2. Me gusto mucho!!! En el inconsciente viven los miedos infantiles y Celestino!

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